La buena consultoría está soportada en una permanente vocación de servicio por parte de quienes la ejecutan. No podemos ver cada proyecto como una simple transacción entre el requerimiento por parte de un cliente y la capacidad y/o conocimiento por parte del consultor. Debe haber P.E.C.C, lo que en sus siglas representa; Pasión, Ética, Conocimiento y Calidad, al comprometerse con la búsqueda de una solución que genere valor y represente evolución en el cliente.
El pluralismo de los sectores, clientes, culturas y problemas es el llamado que inspira al consultor a abordar cada reto sin importar momento, tiempo o lugar. El consultor se vincula a la cultura de las organizaciones para entender sus contextos y desde ahí plantear soluciones integrales que conecten con los valores de la empresa y con el dolor real del requerimiento, que inviten al desarrollo del potencial, habilidades y talentos del consultor. Todo esto que define esa vocación, marca la diferencia entre el solucionador ingenioso y el consultor héroe y amigo.